lunes, 1 de agosto de 2011

N. Krupskaia: Mi vida con Lenin (I)



La historia de la revolución rusa sigue constituyendo un hito para los y las revolucionarios de todo el mundo y encierra un cúmulo de experiencias y enseñanzas que han marcado toda la época contemporánea. Quién mejor que la militante bolchevique y compañera de Lenin - Nadeshda Krupskaia- para trasladarnos hasta los primeros años de la organización del POSDR cuando traba relación con Vladimir Ilich y exponer con detalle los años de la preparación y del triunfo de la primera revolución socialista de la historia. Iremos publicando el libro entero, capítulo a capítulo.

1
En Petersburgo, 1893-1898

Vladimir Ilich llegó a San Pertersburgo en el otoño de 1893. Sin embargo, no pude conocerle enseguida. Unos camaradas me dijeron que un cierto marxista acababa de llegar del Volga. Luego me trajeron un cuaderno que contenía un escrito sobre los mercados, que nos pasábamos de uno a uno para que todos lo leyéramos. El libro contenía la visión de nuestro marxista de Petersburgo (el tecnólogo Herman Krassin) y la del recién llegado del Volga. Las páginas estaban dobladas por la mitad. A un lado con una caligrafía ilegible y con muchas tachaduras e inserciones, estaban las opiniones de H. Krassin. En el otro lado, cuidadosamente escritas y sin ninguna alteración, estaban las notas y respuestas de nuestro amigo recién llegado.
En aquel entonces el problema de los mercados nos interesaba mucho a todos nosotros, los jóvenes marxistas. Entre los círculos marxistas de Petersburgo empezaba ya a cristalizar una tendencia especial. Para los representantes de esta tendencia, los procesos del desarrollo social parecían algo mecánico y esquemático. Una tal interpretación del desarrollo social menospreciaba el papel de las masas, el papel del proletariado. La jerga revolucionaria del marxismo se dejaba a un lado, y únicamente se hablaba de “fases de desarrollo” sin vida. Hoy en día, naturalmente, cualquier marxista podría refutar este punta de vista mecánico. Sin embargo, en aquel tiempo, nuestros círculos marxistas de San Petersburgo se basaban principalmente en esta apreciación. Estábamos todavía equipados muy pobremente. Muchos de nosotros no sabíamos nada de la obra de Marx aparte del primer volumen del Capital, y ni siquiera habíamos visto el texto del Manifiesto Comunista. Era pues, más por instinto que pensábamos que este punto de vista mecánico era más bien lo opuesto al auténtico marxismo.
El problema de los mercados estaba estrechamente relacionado con este problema general de interpretación del marxismo. Los partidarios del punto de vista mecánico generalmente enfocaban el problema de una manera muy abstracta.
Han pasado más de treinta años desde entonces y desgraciadamente, el cuaderno al que me refería no se ha conservado. Por consiguiente solamente puedo hablar de la impresión que nos hizo entonces.
Nuestro nuevo amigo marxista trató del problema de los mercados de una manera muy concreta. Se relacionaba con los intereses de las masas, y en aquel enfoque sentimos la impresión de aquel auténtico marxismo que toma los fenómenos en su ambiente concreto y en su desarrollo.
Todos queríamos tener relaciones más estrechas con aquel recién llegado para ver de más cerca sus puntos de vista.
Realmente, yo no vi a Vladimir Ilich hasta Shrovetide, cuando se decidió una reunión entre él y varios camaradas de Petersburgo. La conferencia debía desarrollarse en casa del ingeniero Klasson, (1) un eminente marxista de Petersburgo que había estado conmigo en el mismo grupo de estudio dos años antes. Como tapadera de la conferencia, la organizamos como fiesta de cumpleaños.

1. La reunión en casa de R. Klasson tuvo lugar durante la Shrovetide de 1894. En otoño del mismo año, también en casa de Klasson. Vladimir Ilich leyó su artículo, “El contenido económico del populismo”. El Instituto Lenin obtuvo esta información a través del propio Klasson.
En aquella reunión, además de Vladimir Ilich estaban presentes Klasson, Y.P. Korobko, Serebrovsky, S.I. Radchenko, y otros. Potressove y Struve también tenían que venir, pero creo que no aparecieron. Recuerdo un momento especialmente bien. Estábamos discutiendo la línea a seguir y parecía que no existía un acuerdo general. Alguien estaba diciendo -creo que Shevlyagin- que lo que era muy importante sería trabajar en el Comité contra el Analfabetismo. Vladimir Ilich se rió, y de alguna manera su risa me pareció lacónica. Nunca más le oí reír de aquella manera.
Bueno -dijo-, si alguno quiere salvar la patria con el Comité de Analfabetismo no vamos a impedírselo.
Debería decir que nuestra joven generación todavía había sido testigo de las escaramuzas de los Narodniki (2) con los zaristas. Vimos cómo primero los liberales “simpatizaban” con todo, pero después de la aparición del partido Narodnaya Volya se acobardaron, se asustaban de cualquier cosa y empezaron a rogar “primero las pequeñas cosas”.

2. Los “Populistas”, miembros de los partidos antizaristas Zemlya Ivolya y Narodnaya Volya. Este último, o Partido de la Voluntad del Pueblo, constituía el grupo terrorista de los Populistas.
Era fácil de comprender la observación sarcástica de Lenin. Había venido para discutir sobre el modo cómo debía llevarse conjuntamente la lucha, y como respuesta se encuentra con la sugerencia de distribuir panfletos del Comité contra el Analfabetismo.
Más tarde, cuando ya nos conocíamos mejor. Vladmir Ilich me habló una vez de la actitud de los liberales cuando detuvieron a su hermano mayor. Todas sus amistades abandonaron a la familia Ulianov. Incluso un profesor de edad, que les visitaba cada noche para jugar al ajedrez, interrumpió sus visitas. En aquel tiempo no había ferrocarril en Simbirsk, y la madre de Vladimir Ilich tenía que ir a caballo hasta Syzran para seguir viaje a San Petersburgo, donde estaba en prisión su hijo mayor. Vladimir Ilich fue enviado a buscar a alguien que le acompañara en el viaje, pero nadie quiso viajar con la madre de un detenido.
Vladimir Ilich me dijo que en aquel tiempo, una cobardía tan extendida le había afectado profundamente.
Esta experiencia de juventud dejó indudablemente su huella en la actitud de Lenin hacia los liberales. Muy pronto descubrió el valor de toda la verborrea liberal.
En otoño de aquel mismo año de 1894, Vladimir Ilich escribió en su artículo El contenido (significado) económico del populismo, y su crítica en el libro del Sr. Struve: “La burguesía domina tanto en la vida en general como en la sociedad liberal. Parece ser, por tanto, que es necesario alejarse de esta sociedad y dirigirse a lo diametralmente opuesto a la burguesía. “(Obras Completas, Vol. II; p.18; Edición rusa.)
Y más adelante:
Vosotros (los Narodniki) atribuís el deseo de defender a la burguesía a cualquiera que pida a los ideólogos de la clase obrera que rompan con estos elementos (liberales) y sirvan exclusivamente a aquellos que sean ´de vida diferente´ de la sociedad burguesa.” (Ibid., p.54)
Pero la visión que tenía Vladimir Ilich de los liberales, su desconfianza en ellos, sus continuos ataques contra ellos... son bien conocidos. Simplemente he querido presentar algunas citas del mismo año en que nos reunimos en casa de Klasson.
En la “fiesta de cumpleaños” no se llegó a ningún acuerdo, como era de esperar. Vladimir Ilich habló poco y estaba más interesado en observar a los presentes. La gente que se llamaba a si misma marxista se encontraba incómoda bajo su persistente mirada.
Recuerdo que cuando volvíamos a casa desde la Okht caminando por las orillas del Neva, me contaron por primera vez algo del hermano de Vladimir Ilich, Alexander. Fue miembro del Narodnaya Volya y tomó parte en el atentado contra Alejandro III en 1886. Murió a manos de los verdugos del zar cuando aún no era ni siquiera mayor de edad. Estaba muy orgulloso de Alexander. Tenían muchos gustos en común, y a ambos les gustaba quedarse solos durante largos ratos para concentrarse. Acostumbraban a vivir juntos en una parte especial de la casa. Y cuando alguno de sus numerosos primos o primas les llamaban, los hermanos tenían una frase preferida: “Hónranos con tu ausencia”. Los dos hermanos eran trabajadores tenaces y ambos tenían disposición revolucionaria. Pero la diferencia de edad se hizo sentir y Alexander Ilich no se lo contaba todo a Vladimir.
Vladimir Ilich me habló de la actividad de su hermano como naturalista. El último verano que pasó en casa estuvo preparando una disertación sobre gusanos y se pasaba todo el tiempo al microscopio. Para tener toda la luz disponible, se levantaba al alba e inmediatamente se ponía a trabajar. “No, mi hermano no será revolucionario, pensaba entonces”, recordó Vladimir Ilich; “un revolucionario no puede dedicar tanto tiempo al estudio de los gusanos”. Pronto se dio cuenta de lo equivocado que estaba.
El destino de su hermano sin duda influenció profundamente a Vladimir Ilich. Lo que además jugó un papel importante fue que en aquel tiempo Vladimir Ilich ya había empezado a pensar independientemente sobre muchos temas, y ya había llegado a la decisión propia de la necesidad de la lucha revolucionaria.
Si hubiera sido de otro modo, el destino de su hermano le habría causado una profunda pena, o a lo más le habría abierto los ojos a la alternativa de seguir los pasos de su hermano. En aquellas circunstancias la muerte de su hermano le estimuló, llevándole a una extraordinaria sobriedad de pensamiento, a la capacidad de mirar a la cara a la verdad, no sólo por un momento para disolverse en frases e ilusiones. Se desarrolló en él una manera sumamente honesta de tragar todos los problemas.
En el otoño de 1894 Vladimir Ilich leyó en nuestro círculo su obra Los Amigos del Pueblo. Recuerdo cómo todos nos apresuramos por conseguir el libro. Establecía los fines de nuestra lucha con gran claridad. Los Amigos del Pueblo, en duplicado, pasó después de mano en mano bajo el nombre de los Libritos Amarillos. No estaban firmados. Tuvieron gran circulación, e indudablemente ejercieron gran influencia en los jóvenes marxistas de aquellos días. Cuando en 1896 yo me encontraba en Poltava, P.P. Rumyantsev, que en aquel tiempo era un activo socialdemócrata que acababa de salir de prisión, calificó a Los Amigos del Pueblo como la mejor, más fuerte y más completa exposición del punto de vista de la socialdemocracia revolucionaria.
Hacia el invierno de 1894-1895, ya había llegado a conocer con bastante intimidad a Vladimir Ilich. Estaba ocupado con los círculos de estudio de los obreros de la Puerta Nevsku. Yo ya había trabajado durante años en aquel distrito como maestra en la Escuela dominical para adultos Smolensky, y conocía bien la vida de la clase obrera local. Un cierto número de trabajadores del círculo de Vladimir Ilich habían sido alumnos míos en la Escuela dominical: Babushkin, Borovkov, Gribakin, los Bodrov, Arsenius y Phillip, Zhukov, y otros. En aquellos días la Escuela dominical para adultos era un medio excelente para tener conocimiento de primera mano de la vida cotidiana, las condiciones de trabajo, y el sentir de las masas obreras. La Escuela Smolensky tenía seiscientos alumnos, sin contar las clases técnicas nocturnas y las Escuelas anejas de Mujeres y la Escuela Obukhove.
Los obreros mostraban ilimitada confianza en las maestras. De este modo, el melancólico vigilante de los almacenes de madera Gromov, con expresión radiante dijo a la maestra que acababa de tener un hijo; una obrera textil le pidió que enseñara a su novio a leer y a escribir; un trabajador metodista que se había pasado la vida buscando a Dios escribió con satisfacción que el Domingo de Resurrección se había enterado por Rudakov (otro alumno) que Dios no existía. Y de qué manera resolvía las cosas. Porque no había nada peor que ser esclavo de Dios, ya que no se podía hacer nada por evitarlo. Pero ser esclavo del hombre era más fácil, porque aquí era posible la lucha. Había también un trabajador del tabaco que cada domingo acostumbraba a beber hasta perder el sentido. También estaba tan saturado por el olor del tabaco que una no se podía inclinar sobre su cuaderno sin sentir que la cabeza la daba vueltas. Escribió (empleando palos y dejándose las vocales) que había encontrado una niñita de tres años en la calle, que estaba viviendo con él y sus compañeros, que tendrían que entregarla a la policía y que era una lástima. Llegó un soldado cojo y dijo: “Mikhail, aquel a quien enseñaste a leer y escribir el año pasado murió exhausto en el trabajo, antes de morir se acordó de ti y me dijo que te diera las gracias y te deseara una larga vida”. Un obrero textil que era un orgulloso defensor del zar y de los curas lanzó una advertencia: “desconfiad de aquel tipo oscuro, pues siempre está por la Gorokhovaya”. (3) Entonces un viejo trabajador dijo que quizás no podía dejar de ser sacristán “porque es increíble ver como los curas engañan a a la gente, y se les deben decir las cosas claras. Pero él no está ligado de ninguna manera a la iglesia y comprende muy bien las fases de desarrollo”, y así sucesivamente.

3. Calle donde la policía secreta tenía su cuartel general.

Los obreros que pertenecían a nuestra organización venían a la escuela para observar a la gente y ver a quién se podía llevar a los círculos o atraer para el movimiento. Estos obreros no veían a todas las maestras del mismo modo. Distinguían a las maestras que estaban al corriente del trabajo de los círculos. Si reconocían a una maestra como “una de los nuestros”, se daban a conocer por alguna frase determinada. Por ejemplo, si se hablaba del problema de la industria de fabricación a mano dirían: “ un trabajador manual no puede competir con la producción en gran escala”. O intervendrían con una pregunta como: “¿Cuál es la diferencia entre el trabajador de `Petersburgo y el mujik de Arcángel?” Y después de aquello harían una mirada de inteligencia a la maestra, y asentir con la cabeza de manera peculiar, como diciendo: “Una de los nuestros, lo sabemos”.
Inmediatamente informaban de lo que sucedía en las carreteras y calles, pues sabían que las maestras pasarían estas informaciones a la Organización.
Era una especie de conspiración silenciosa. Realmente podíamos hablar de cualquier cosa en la escuela, aunque raramente había una clase sin un espía; con tan sólo evitar las terribles palabras “zar”, “huelga”, etc., era posible referirse a los problemas más fundamentales. Pero oficialmente estaba prohibido discutir nada en absoluto: en una ocasión cerraron el llamado grupo de repaso porque un inspector que apareció inesperadamente descubrió que se enseñaba la tabla de multiplicar, mientras según las normas sólo se permitía enseñar las cuatro reglas de la aritmética.
En aquel tiempo yo vivía en el viejo Nevsky, en una casa con patio abierto. Los domingos, Vladimir Ilich acostumbraba a visitarme de regreso de su trabajo con el círculo. A menudo iniciábamos interminables conversaciones. Yo entonces estaba muy unida a la escuela, y prefería quedarme sin comer antes de perder la ocasión de hablar sobre mis alumnos o sobre las fábricas Semyannikov, Thornton, Maxwell, y otras próximas al Neva. Vladmir Ilich se interesaba por los más mínimos detalles de la vida de los obreros. Tomando las características por separado podía tomar como un todo la vida del trabajador, intentaba ver que era lo que más destacaba para poder acercarse mejor a ellos con propaganda revolucionaria. La mayor parte de intelectuales de aquella época no comprendían bien a los obreros. Se limitaban a venir al círculo y leer a los obreros una especie de discurso. Durante mucho tiempo una traducción manuscrita de los trabajos de Engels El origen de la familia, La propiedad privada y el estado. Vladimir Ilich leía con los trabajadores trozos del Capital de Marx y luego se los explicaba. La segunda parte de los estudios se dedicaba a las preguntas de los obreros sobre sus condiciones de trabajo. Les demostraba cómo sus vidas estaban ligadas a la estructura completa de la sociedad y les enseñaba de que modo podía transformarse el orden existente. La combinación de la teoría con la práctica era la característica más especial del trabajo de Vladimir Ilich en el círculo. Gradualmente, otros miembros de nuestro grupo empezaron a emplear su método.
Cuando al año siguiente apareció el panfleto de Vilna Sobre la agitación, el terreno ya estaba preparado para dirigir una agitación por medio de panfletos. Lo único que faltaba era iniciar el trabajo. El método de agitación basado en las necesidades diarias de los obreros se convirtió en una profunda raíz de nuestro trabajo de partido. Solamente me di cuenta claramente de los provechoso que era este método de trabajo cando unos años después vivía emigrada en Francia. Observé entonces que durante la tremenda huelga postal de París, el Partido Socialista Francés se mantuvo al margen y no intervino en la huelga. Era asunto de los Sindicatos decían. Pensaban que el trabajo del partido consistía únicamente en la lucha política. No tenían la más ligera idea de la necesidad de combinar la lucha política con la lucha económica.
Muchos de los camaradas que trabajaban entonces en Petersburgo, al ver el efecto de la agitación producida por los panfletos, se entusiasmaron tanto con este método de actuación que olvidaron que es uno de los medios de trabajar entre las masas, pero no el único. Estos fueron los que siguieron el camino del “Economismo”. (4)


4. Los términos “economismo” y “economista” se empleaban para designar la tendencia dentro de los socialdemócratas rusos que creían que el zarismo debía ser principalmente atacado por medios de la “lucha económica” -paros, reivindicaciones, huelgas, etc.
Vladimir Ilich nunca se olvidó de los otros métodos de actuación. En 1895 escribió el folleto La Ley de las Multas. En este folleto daba un brillante ejemplo de cómo captar a los obreros medios de aquel tiempo, y basándose en sus necesidades, llevarlos gradualmente al problema de la necesidad de la lucha política. Muchos intelectuales calificaron a este folleto de largo y seco, pero los obreros lo leyeron de buen grado porque esta escrito de una manera clara y muy próxima a ellos. (Fue impreso en el taller del Narodnaya Volya y luego distribuido entre los trabajadores.) Vladimir Ilich estudiaba detalladamente las leyes de las fábricas. Se dio cuenta de que analizando estas leyes era fácil hacer ver a los trabajadores la relación existente entre su verdadera situación y el estado. Pueden verse trazas de estos estudios en bastantes artículos y panfletos para los obreros escritos durante este periodo, en el panfleto El Nuevo Decreto sobre las Fábricas, y en Sobre la Huelga, Sobre los Tribunales Industriales, y otros artículos.
Sin embargo, el visitar los diversos círculos obreros era algo que no podía hacerse impunemente: la vigilancia policial empezó a hacerse más estrecha. De entre nuestro grupo Vladimr Ilich era el más capacitado para actividades de conspiración. Conocía todos los patios abiertos y tenía gran habilidad en dar el esquinazo a los espías de la policía. Nos enseñó como escribir en libros con tinta invisible, o con el método de puntos: como hacer señales secretas, e inventó toda clase de alias. En general, nos sentíamos beneficiados por su aprendizaje según el sistema del Partido Narodnaya Volya. No fue en vano que habló el viejo nihilista Mikhailov, que se había hecho acreedor al sobrenombre de “Dvornik” (“el vigilante”) por su gran habilidad y valor para la conspiración.
La vigilancia policial seguía en aumento y Vladimir Ilich insistió en que se debía elegir un “sucesor” que no estuviera vigilado y a quien se pudieran pasar todos los contactos. Como yo era la más “Limpia” de todos ellos, decidieron nombrarme “heredera”. El primer día de Pascua, cinco o seis de nosotros fuimos a “celebrar el festival” a Tsarkoye Selo, con un miembro de nuestro grupo llamado Silvin que hacía extraños trabajos allí. Fuimos en tren, fingiendo no conocernos. Estuvimos todo el día discutiendo que contactos debíamos conservar. Vladimir Ilich nos enseñó como utilizar mensajes cifrados, y escribimos casi la mitad de un cuaderno, ¡ y luego me vi incapaz de descifrar aquel primer mensaje colectivo! Sin embargo, la consolación fue que cuando aquel mensaje debía ser descifrado la mayoría de “contactos” ya no eran de ninguna utilidad.
Vladimir Ilich reunió cuidadosamente todos aquellos “contactos” y fue por todas partes buscando gente que de una manera o de otra pudiera ser útil para el trabajo revolucionario. Recuerdo que una vez, por iniciativa de Vladimir Ilich, se organizó una reunión entre representantes de nuestro grupo (Vladimir Ilich y, creo, Krzhizhanovsky) y un grupo de maestras de escuela dominical. Casi todas se hicieron más tarde socialdemócratas. Entre ellas estaba Lidia Mikhailova Knippovich, exmiembro del Narodnaya Volya, que tras cierto tiempo se unió a los socialdemócratas. Los viejos obreros del partido aún la recuerdan. Posea una tremenda firmeza revolucionaria de carácter y era muy estricta consigo misma y en sus relaciones con los demás. Al mismo tiempo, tenía el don de comprender a la gente, era una perfecta compañera y se mostraba interesada por ayudar a aquellos con quien trabajaba. Lidia se dio inmediatamente cuenta del revolucionario que había en Vladimir Ilich.
Lidia Mikhailova se ofreció voluntaria para mantener contactos con la imprenta del Narodnaya Volya. Se ocupaba de hacer todos los arreglos para la impresión, de llevar los manuscritos y de recoger del taller los panfletos ya impresos. Luego los llevaba en cestos a sus amigos y organizaba la distribución a los trabajadores. Cuando fue detenida, por la delación de un cajista de la imprenta que la traicionó, fueron confiscados a varios amigos de Lidia doce cestos llenos de panfletos clandestinos. En aquel tiempo, la imprenta de la Narodnaya Volya imprimía grandes cantidades de panfletos para los obreros: La Jornada laboral, De qué vive la gente distinta, el panfleto de Lenin Sobre las multas. El hambre-Rey, y otros. Dos de los obreros de aquel taller, Shapovalov y Katanskaya, están ahora en las filas del Partido Comunista. Lidia Mikhailova ya no está entre los vivos. Murió en 1920, cuando la Crimea en la que pasaba sus últimos años estaba bajo los Blancos. En su lecho de muerte rogaba por su pueblo, por los comunistas, y murió con el nombre del Partido Comunista en los labios, tan querido para ella.
Entre aquellas maestras de escuela, creo que también estaban P.F. Judeli, A.I. Mescheryakov (en la actualidad miembros del Partido), además de otras. Otra maestra de la zona de la puerta Nevsky era Alexanda Mikhailovna Kalmykova. Era una buena conferenciante: recuerdo la conferencia que dio a los obreros sobre el Presupuesto del Estado. Entonces ella tenía una librería sobre el Liteyny. Vladimir Ilich se hizo muy amigo de Alexandra Mikhailovna. Uno de sus alumnos era Struve, y Potressov, viejo compañero de clase de Struve, siempre estaba en su casa. Más tarde, Alexandra Mikhailovna subvencionó con su propio dinero la veja Iskra hasta el tiempo del Segundo Congreso. No siguió a Struve cuando éste se fue con los Liberales sino que se quedó definitivamente con la organización de Iskra. Su apodo era “Tía”. Se llevaba muy bien con Vladimir Ilich. Ahora ya ha muerto, después de pasar dos años en cama en un sanatorio de Detskoye Selo. A menudo la visitaban jóvenes de las Casas de Niños, vecinas. Ellas les contó todo lo referente a Ilich.
Alexandra Mikhailovna me escribió en la primavera de 1924 diciéndome que deberíamos publicar por separado los folletos de Lenin de 1917, llenos de su ardiente pasión y de los llamamientos que habían tenido tan fuerte impacto sobre las masas. En 1922, Vladimir Ilich había escrito a Alexandra Mikhailovna unas líneas de ferviente gratitud como solo él podía escribirlas.
Alexandra Mikhailovna había estado estrechamente relacionada con el grupo “Emancipación del Trabajo”. (5) En una ocasión (creo que en 1899), cuando Zassulich vino a Rusia, Alexandra Mikhailovna organizó su viaje clandestino, y mantuvo un continuo contacto con ella. Bajo la influencia del movimiento obrero que entonces estaba creciendo, de los artículos y libros del grupo “Emancipación del Trabajo”, y de los socialdemócratas de Petersburgo, Potressov se inclinó hacia la “izquierda”, y también Struve por un tiempo. Después se un cierto número de mítines preliminares, el terreno empezó a estar dispuesto para el trabajo conjunto. Se propuso publicar conjuntamente un simposio: Material que caracteriza nuestro desarrollo económico. Nuestro grupo estaba representado en el editorial por Vladimir Ilich, Starkov y Stepan Ivanovich Radchenko; el suyo por Struve, Potressov y Klasson. El destino de aquel simposio es bien conocido: fue quemado por la censura del zar. En la primavera de 1895, antes de irse al extranjero, Vladimir Ilich iba con mucha frecuencia a la calle Ozerny, donde vivía Potressov, apresurándose para terminar el trabajo.

5. Este grupo fue fundado en el exilio en 1883 por G.V. Plekhanov y otros, con el fin de organizar propaganda ilegal para el marxismo dentro de Rusia. En 1898 se unió con el grupo de Lenin “Liga de Lucha para la Emancipación de la Clase Obrera” (fundado en 1895 en Petersburgo) constituyendo el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.
Vladimir Ilich pasó el verano de 1895 en el extranjero, pasando algún tiempo en Berlín, donde asistió a mítines obreros, y parte en Suiza, donde vio por primera vez a Plekhanov, Axelrod y Zassulich. Volvió lleno de impresiones y trajo consigo un baúl con doble fondo repleto de literatura ilegal.
Al poco tiempo de su regreso la policía ya estaba tras su pista. Le buscaban a él y a su baúl. En aquel tiempo yo tenía un primo que trabajaba en una oficina de direcciones. Dos días después del regreso de Vladimir Ilich me dijo que la noche que estaba de servicio se presentó un detective y consultó el índice de direcciones (las direcciones de la oficina estaban ordenadas por orden alfabético). Dijo jactanciosamente. “Mira, hemos seguido la pista de un importante criminal del Estado, Ulianov, su hermano fue colgado. Acaba de volver del extranjero, pero esta vez no se nos escapará”. Sabiendo que yo conocía a Vladimir Ilich, mi prima se apresuró a informarme, y yo le previne inmediatamente. Era preciso actuar con suma precaución. Pero el trabajo no podía esperar y estábamos muy ocupados. Dividimos completamente el trabajo por distritos y empezamos a repartir octavillas. Recuerdo que Vladimir llich sacó el primer panfleto para los trabajadores de Semyannikov. (6) Allí no teníamos ninguna ayuda técnica. La octavilla estaba copiada a mano en letras de imprenta y fue distribuida por Babushkin. De las cuatro copas, dos fueron cogidas por el vigilante, y las dos restantes corrieron de mano en mano. También se distribuyeron octavillas en otros distritos. En Vassilievsky Ostrov, por ejemplo, se hizo una octavilla para las obreras de la fábrica de tabaco Laferme. A.A. Yakubona y Z. P. Nevzorova (Krzhizhanovskaya) habían recurrido al siguiente método de distribución: enrollaban las octavillas en pequeños tubos de modo que se podían sacar de una a una y además podían ocultarse bien bajo las ropas. Luego, al momento en que sonaba la sirena y las mujeres empezaban a salir en grupos por las puertas de la fábrica, caminaban rápidamente hacia ellas y casi corriendo esparcían las octavillas en las mismas manos de las sorprendidas trabajadoras.

6. Esto fue a principios de 1895. La auténtica octavilla nunca ha sido hallada.
Mas adelante se decidió publicar un periodo regular, La Causa obrera, para lo cual teníamos que utilizar una imprenta ilegal. Vladimir Ilich preparó asiduamente el material. Cada línea pasó por sus manos. Recuerdo una reunión en mis habitaciones en la que Zaporozhtetz nos contaba con gran entusiasmo los datos que había conseguido recoger en la fábrica de botas próxima a la Puerta de Moscú. “Se nos multa por todo”, dijo. “Te equivocas al poner un pie en el suelo y ¡zas, ya tienes otra multa!”. Vladimir Ilich repuso sonriente: “Bueno, si pusiste el pie al revés es que merecías la multa”. Vladimir Ilich recogía y verificaba minuciosamente todos los datos. Recuerdo, por ejemplo, como conseguimos el material de la fábrica Thornton. Se decidió que yo debía hacer llamar a un alumno mío llamado Krolikov, que era clasificador en aquella fábrica y que antes había sido deportado de Petersburgo. Yo debía obtener toda la información a través de él, de acuerdo con un plan ideado por Vladimir Ilich. Krolikov llegó con un abrigo de piel que había pedido prestado a alguien, y llevaba un cuaderno lleno de datos que además amplió verbalmente. Aquellos datos eran muy valiosos, y Vladimir Ilich se precipitó sobre ellos. Después, yo y Apollinaria Alexandrovna Yabukova nos pusimos pañuelos en la cabeza como las obreras y fuimos personalmente a las barracas de la fábrica Thornton, visitando tanto las barracas de solteras como las de casadas. Las condiciones eran increíbles. Únicamente basándose en estos datos, Vladimir Ilich escribía sus artículos y panfletos. Examinad los panfletos dirigidos a los obreros y obreras de la fábrica Thornton. El detallado conocimiento del tema que tratan es inmediatamente obvio. ¡Que fantástica escuela era aquello para los camaradas! Fue entonces cuando aprendimos a fijarnos en los detalles. Y de que manera nos quedaron grabados en la memoria.
Nuestro periódico, La Causa obrera, nunca vio la luz. El 8 de Diciembre celebramos una reunión en mis habitaciones en la que revisamos el primer número para la imprenta. Había dos copias de las pruebas. Una se la llevó Vaneyev para hacer las correcciones finales y la otra me la quedé yo. A la mañana siguiente fui a casa de Vaneyev a recoger la copia corregida pero la sirvienta me dijo que había salido de casa. Habíamos quedado previamente con Vladimir Ilich que en caso de que algo saliera mal, yo intentaría saber noticias suyas por medio de su amigo Cherbotariev, que también trabajaba conmigo en las oficinas centrales del ferrocarril, donde yo estaba empleada entonces. Vladimir Ilich acostumbraba a cenar en casa de Cherbotariev cada noche. Pero Cherbotariev no apareció en la oficina. Fui a su casa. Vladimir Ilich no había ido a cenar. Estaba claro que le habían detenido. Hacia la noche era ya seguro que habían detenido a muchos miembros de nuestro grupo. Cogía la copia de La Causa obrera que tenía y la llevé a casa de Nina Alexandrovna Gerd para que la guardara. Nina era una vieja compañera de escuela y la futura esposa de Struve. Para evitar que detuvieran a más miembros del grupo, decidimos no publicar por el momento La Causa obrera.
Esta etapa de Vladimir Ilich en Petersburgo fue de extrema importancia, aunque el trabajo fuera poco aparente. El mismo lo describía así. No había efectos externos. No nos preocupaban las acciones heroicas, sino que lo único que nos importaba era establecer contacto con las masas, intimar con ellas, aprender a ser la expresión de sus aspiraciones, aprender a hacer que nos comprendieran y nos siguieran. Pero fue precisamente durante esta etapa de trabajo en San Petersburgo cuando Vladimir Ilich se moldeó como líder de las masas trabajadoras.
Cuando fui a la escuela por primera vez después de la detención de nuestra gente, Babushkin me llamó a un rincón bajo el hueco de la escalera y me mostró una octavilla que los trabajadores habían escrito sobre los arrestos. El panfleto era de naturaleza puramente política. Babushkin me pidió que lo reprodujera y que les diera las copias para distribuirlo. Hasta aquel momento yo nunca le había dado a entender que pertenecía a la organización. No obstante llevé la octavilla a nuestro grupo. Recuerdo aquella reunión, fue en el piso de S.I. Radchenko. Todo lo que quedaba del grupo estaba allí. Lyakhovsky leyó la octavilla y exclamó: “¡Creéis que podemos imprimir este panfleto? Se trata de un tema puramente político”. Sin embargo , como el panfleto había sido escrito por los obreros por su propia iniciativa, y como ellos mismos nos habían pedido que los imprimiéramos, decidimos hacerlo.
El contacto con Vladimir Ilich fue establecido rápidamente. En aquellos días, los prisioneros bajo detención previa podían recibir tantos libros como quisieran. Estos pasaban por un examen muy superficial, durante el cual era imposible descubrir los diminutos puntos colocados dentro de algunas letras, o el apenas visible cambio de color en el papel donde se habían hecho las anotaciones con leche. Rápidamente perfeccionamos nuestra técnica con la correspondencia secreta. Era característica de Vladimir Ilich su preocupación por sus compañeros de prisión. Cada carta que escribía al mundo exterior contenía varias tareas a realizar para los prisioneros. Por ejemplo, fulano no tiene visitas, debéis encontrarle una “amiga”; o decid a zutano por medio de sus familiares cuando le visiten que busque una carta en tal libro de la biblioteca de la prisión; o llevad a mengano un par de buenas botas... Escribió a muchos camaradas de la prisión, para quienes sus cartas eran de gran importancia. Las cartas de Vladimir Ilich eran siempre vibrantes y hablaban principalmente de nuestro trabajo. Los que las recibían se olvidaban de que estaban en prisión y empezaban a trabajar. Recuerdo la impresión que producían aquellas cartas (en Agosto de 1896 yo también estuve en prisión). Las cartas escritas con leche llegaban el mismo día que llegaban los libros, el Sábado. Inmediatamente miraba las señales secretas del libro para ver si dentro había una carta. A las seis nos traían agua caliente para el té y la guardiana se llevaba a las criminales a la iglesia. En aquel momento, las “políticas” ya tenían las cartas cortadas en tiras largas. Entonces harían el té y tan pronto como la guardiana desapareciera empezarían a mojar las tiras en té caliente, de este modo, las cartas se “revelaban”. En la prisión no era aconsejable tratar las cartas a la llama de la vela, y fue Vladimir Ilich el que tuvo la idea de revelarlas con agua caliente. ¡Y que valentía respiraban aquellas cartas , que interesantes eran de leer! Del mismo modo que Vladimir Ilich era el centro fuera de la cárcel, también en la prisión era el centro de contacto con el mundo exterior.
Pero aparte de esto, realizó una gran cantidad de trabajo en prisión. Preparó El Desarrollo del Capitalismo en Rusia. En sus cartas legales, Valadimir Ilich pedía el material necesario y trabajos de estadística. “Es una lástima que nos suelten tan pronto”, dijo bromeando. “Me hubiera gustado trabajar un poco más en el libro. Va a ser difícil conseguir libros en Siberia”. Valadimir Ilich no sólo escribía en prisión El Desarrollo del Capitalismo en Rusia; sino que también escribió octavillas, panfletos ilegales, y el programa para el Primer Congreso (que no tuvo lugar hasta 1898, aunque debía haberse celebrado antes). También daba su opinión sobre problemas que se discutían en la organización. Con el fin de no ser descubierto mientras escribía con leche, hacía pequeñas “tacitas de leche” con pan. Se las metía inmediatamente en la boca cuando oía un ruido en la reja. “Hoy me he comido seis tacitas de leche”, decía la posdata de una de sus cartas.
Pero a pesar de que se controlaba y ordenaba su tiempo según un plan concreto, incluso Vladimir Ilich era afectado por la melancolía de la prisión. En una de sus cartas sugirió un plan: Cuando les hacían salir de las celdas para estirar las piernas, era posible ver momentáneamente a través de una de las ventanas del corredor un pedazo de la acera de la Ahpalernaya. De modo que nos pidió que a una hora determinada, yo y Apollinaria Alexandrovna Yabukova nos detuviéramos en aquel punto de la acera, y así podría vernos. Por alguna razón, Apollinaria no pudo venir. Yo fui varios días y me detuve durante mucho rato en aquel punto. Algo no funcionó, y no recuerdo que fue.
Mientras Vladimir Ilich estaba en prisión, el trabajo del exterior se iba extendiendo, y el movimiento obrero creció. Después de la detención de Martov, Lyakhovsky y otros, las fuerzas del grupo quedaron muy disminuidas. Es cierto que nuevos camaradas se unieron al grupo, pero éstos, tenían menos entrenamiento teórico. No había tiempo para el estudio, pues el movimiento requería un servicio activo y mucha energía. La agitación se extendía y ni siquiera había tiempo para pensar en propaganda. Nuestra agitación por octavillas tenía mucho éxito. A menudo teníamos que confeccionar los textos apresuradamente, sin un estudio adecuado de las condiciones concretas. La huelga textil de 1896 se efectuó bajo influencia social-demócrata. Este hecho hizo volver la cabeza a muchos camaradas y abonó el terreno para el crecimiento del “economismo”. Recuerdo que una vez (creo que a principios de Agosto), en una reunión en el bosque. Silvin leyó en voz alta un texto para un panfleto. Una de las frases limitaba absolutamente el movimiento obrero a la sola lucha económica. Al acabar de leer esta frase, Silvin se detuvo y exclamó bromeando: “Cómo, me he equivocado. ¡Cómo ha podido suceder!”. La ofensiva frase fue eliminada del texto. El verano de 1896 se derrumbó el taller de imprenta Laktjinsky, y ya no pudimos imprimir más panfletos. Nuestros planes para el periódico tuvieron que ser pospuestos indefinidamente.
Durante la huelga de 1896 se unió a nuestro grupo el de Takhtariev, conocidos por el apodo de “los monos”, y también el de Chernyshev, conocidos como “los pollos”. (7) Pero aunque los “Decembristas” (8) estaban en la prisión y mantenían contacto con el exterior, el trabajo seguía aún el viejo curso. Cuando Vladimir Ilich fue puesto en libertad, (9) yo aún estaba dentro. A pesar de la conmoción que siguió a la puesta en libertad de todos. Vladimir Ilich consiguió escribirme pequeñas notas sobre lo que sucedía. Mi madre me dijo que había engordado en la prisión y que ahora tenía un peso tremendo.
7. El 12 de Agosto ocurrió otro accidente: detuvieron a casi todos los "viejos" y a los mejores elementos de los "pollos".8. Apodo de los que detuvieron en Diciembre de 1895. Los Decembristas originales fueron oficiales del ejército que organizaron un levantamiento contra el Zar en Diciembre de 1825.9. Vladimir Ilich fue puesto en libertad el 26 de Febrero de 1897 
Yo fui liberada poco después del “caso Vetrova” (una prisionera llamada Vetrova se había quemado viva en la fortaleza). Los gendarmes decidieron entonces soltar a un gran número de reclusas para que permanecieran en San Petersburgo hasta que su caso concluyera, pero asignando dos detectives para que vigilaran sus movimientos. Encontré la organización en un estado lamentable. De todos los miembros activos sólo quedaba Stepan I. Radchenko y s mujer. El ya no podía llevar el trabajo en secreto, pero continuaba actuando como centro y mantenía contacto,
También se seguía manteniendo contacto con Struve. Poco después se casó con Nina Alexandrovna Gerd. Ella era socialdemócrata, y en aquel tiempo él también lo era más o menos. Era bastante incapaz de trabajar en la organización, y aún mas de participar en acciones ilegales, pero quedó muy agradecido de que se le admitiera como consejero. Incluso escribió un manifiesto para el Primer Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata. En el invierno de 1897-98 llevaba a menudo a Struve trabajos de Vladimir Ilich. Struve era entonces editor del Novoye Slovo (Nuevo Mundo). Tenía También mucho en común con Nina Alexandrovna. Yo acostumbraba a observar a Struve. En aquel tiempo era un socialdemócrata sincero, aunque me sorprendía ver lo empollón que era y el poco interés que tenía por el “árbol vivo de la vida” por el que Vladimir Ilich tenía tanto interés. Struve me consiguió traducciones y se ofreció a publicarlas. Estaba visiblemente agotado por su trabajo y se cansaba rápidamente. (Con Vladimir Ilich nos sentábamos durante horas haciendo el mismo trabajo. Pero él trabajaba de modo distinto, gastando todas sus energías incluso en una ocupación como las traducciones). Para distraerse, Struve empezó a leer a Fet. Alguien escribió en sus memorias que a Vladimir Ilich le gustaba Fet. No es cierto. Fet era un completo feudal y no valía la pena ni siquiera profundizar en él. Pero a Struve le gustaba. En aquel tiempo Struve estaba indudablemente en buenas relaciones con Vladimir Ilich.
Yo también conocía a Tugan-Baranovsky, había estado en la escuela con su mujer, Lidia Karlovna Davydova (hija de la editora de Mundo de Dios), y acostumbraba a visitarles. Lidia era muy buena e inteligente, aunque poco voluntariosa. Era mas inteligente que su marido. Cuando él hablaba se tenía la impresión de que no era uno de nosotros. Una vez fui con él a recoger dinero para una huelga (creo que fue en Kostroma). Conseguí algo, no recuerdo cuanto pero tuve que oír un comentario sobre el tema: “No comprendo por que tenemos que apoyar las huelgas. La huelga no es un medio lo bastante efectivo para luchar contra los patronos”. Yo cogí el dinero y me fui apresuradamente.
Escribí a Vladimir Ilich sobre todo lo que yo hacía y veía, peor poco podía decirle sobre la organización. Durante el Congreso sólo quedábamos cuatro en el grupo: S.I. Radchenko, su mujer, Liubov, Nikolaevna Sammer y yo. Nuestro delegado fue Stepan Ivanovich (Radchenko), pero al volver del Congreso no nos dijo prácticamente nada de lo que allí había sucedido. Sacó de un libro el “manifiesto” escrito por Struve y adoptado por el Congreso, con el que todos estábamos familiarizados, y empezó gruñendo: casi todos los delegados en el Congreso, había varios, habían sido detenidos.
Me dieron tres años de exilio en la Ufa Gubernia. Hice una petición para que me cambiaran a la aldea de Shushenskoye, en la región de Minussinsk, donde estaba Vladimir Ilich. Para ello me presenté a mi misma como su “prometida”.

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Título: "Mi vida con Lenin"
Autora: Nadeshda Krupskaia
Editorial: Madragora
Digitalizado por Biblioteca Rossa

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