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Munich, 1901-1902
Aunque Vladimir Ilich, Martov y Potressov habían viajado al extranjero con pasaportes en regla, decidieron vivir en Munich con documentos falsos y apartados de la colonia rusa para no comprometer a ninguno de nuestros colaboradores que llegaran de Rusia. Era también más fácil de este modo enviar literatura ilegal a Rusia en baúles, libros, etc.
Cuando yo llegué a Munich, Vladimir Ilich vivía con Rittmeyer, sin registro, y bajo el nombre de Meyer. Aunque Rittmeyer tenía una cervecería, era socialdemócrata y alojaba a Vladimir Ilich en su piso. Vladimir Ilich tenia una habitación pequeña y con pocos muebles, y vivía como un soltero, haciendo sus comidas en casa de una alemana que le alimentaba con Mehlspeise. Por la mañana y por la noche bebía té de una tetera de metal que lavaba él mismo y colgaba de un clavo en la pared.
Su semblante era de preocupación, pues las cosas no habían
salido tal como él esperaba. Además de Vladimir Ilich, también vivían entonces en Munich Martov, Potressov y Vera Zassulich. Plekhanov y Axelrod querían que el periódico se publicara en Suiza .bajo su dirección. Ellos, y primero también Zassulich, no daban importancia especial a Iskra ("La Chispa"), y subestimaban el papel que estaba destinado a jugar; estaban mucho más interesados en Zarya ("Alba").
"Tu Iskra es tonta", dijo bromeando Vera Ivanovna al principio. Ciertamente, aquello fue dicho en broma, pero mostraba una cierta subestimación de la empresa. Vladimir llich pensó que era necesario que Iskra fuera algo desconectado del centro de emigrantes, que debía emprenderse en secreto, lo cual era de vital importancia para mantener el contacto con Rusia por correspondencia y para permitir la llegada de gente de Rusia. Pero los "viejos" se tomaron esto como un desprecio de su liderazgo, como si no quisiéramos que el periódico se hiciera en Suiza para asi poder actuar a nuestro antojo, y adoptaron una posición poco colaboradora. Vladimir llich se daba cuenta y estaba muy preocupado. Sentía un aprecio especial por el grupo de Emancipación del Trabajo. Sin mencionar a Plekhanov, estaba ligado afectivamente a Axelrod y a Vera Zassulich. "Espera a ver a Vera Ivanovna", me dijo Vladimir Ilich el primer día que llegué a Munich, "es una persona tan clara como el cristal." Y era la verdad.
Vera Ivanovna, del grupo de Emancipación del Trabajo, se aproximó a Iskra. Vivió con nosotros dos en Munich, y en Londres vivió la vida del equipo editorial de Iskra. experimentando todas sus penas y alegrías, y los cambios sobrevenidos en Rusia. l'
"Y ahora Iskra se está haciendo importante", diría ella cuando la influencia del periódico crecía y se extendía. Vera Ivanovna acostumbraba a contarnos cosas de los largos y fríos años del exilio. Nosotros nunca experimentamos la vida de emigración que habían conocido los miembros del grupo Emancipación del Trabajo. Nosotros siempre estuvimos en estrecho contacto con Rusia, y continuamente venía gente de allí. Respecto a tener información sobre lo que allí sucedía, estábamos en una posición mejor que si estuviéramos en una ciudad provinciana de la misma Rusia. Estábamos exclusivamente interesados en las actividades de Rusia. Las cosas iban bien, el movimiento obrero iba en aumento. El grupo de Emancipación del Trabajo vivía muy desconectado de Rusia. Habían estado en el extranjero durante los años de la más dura reacción, cuando ver a un estudiante que venía de Rusia representaba todo un acontecimiento. En realidad, la gente tenía miedo de salir al extranjero.
Cuando en los años noventa, Klasson y Korobko viajaron al extranjero para visitar a este grupo, a su regreso fueron llamados inmediatamente por la policía, y fueron interrogados por la razón por la que habían ido a ver a Plekhanov. La vigilancia estaba organizada a conciencia. De entre todos los miembros del grupo de Emancipación del Trabajo, Vera Ivanovna era la que se encontraba más sola. Tanto Plekhanov como Axelrod tenían una familia. Vera Ivanovna habló en más de una ocasión de su soledad: "No tengo a nadie cerca de mí", e inmediatamente, como tratando de ocultar la tristeza de sus pensamientos bromeaba: "Pero vosotros me queréis, lo sé. Y cuando yo muera diréis -vaya, bebemos una taza de te menos...
Realmente necesitaba vida familiar, quizá porque ella misma había sido criada en otra familia, como pupila. Solamente tenía que verse el cariño con que trataba al hijito pequeño de "Dimka" (la hermana de P. G. Smidovich). Vera Ivanovna llegó incluso a convertirse en una buena ama de casa, comprando con cuidado las provisiones cuando le tocaba el turno de cocinar en la "communal" (en Londres, Vera Ivanovna, Martov y Alexeyev vivían comunitariamente). Pero muy pocos habrían adivinado las cualidades de Vera Ivanovna como ama de casa y mujer de familia. Vivía a la manera nihilista, vestía descuidadamente, fumaba sin parar, y un extraordinario desorden reinaba en su habitación. Nunca permitía que nadie se la ordenara. Su manera de comer era también digna de verse. Recuerdo que una vez se hizo un pedazo de carne en una cocina de petróleo, cortando la carne para comer con unas tijeras.
"Cuando vivía en Inglaterra", contaba, "las mujeres inglesas siempre querían conversar conmigo. '¿Cuánto tiempo cuece la carne?' 'Depende', repliqué. 'Si tengo hambre la aso durante diez minutos; si no tengo hambre, unas tres horas'. Y después de aquello nunca me molestaron más."
Cuando Vera Ivanovna escribía, se encerraba en su habitación y vivía a base de café solamente. Vera Ivanovna deseaba ardientemente volver a Rusia. Creo que fue en 1899 que entró ilegalmente en Rusia, no para trabajar, sino simplemente porque "quiero ver al mujik para ver cómo le ha crecido la nariz." Y cuando lskra empezó a aparecer, ella la consideró como una auténtica parte de trabajo ruso Y se aferró a ella. Para Vera, dejar lskra hubiera significado aislarse una vez más de Rusia y hundirse hasta el fondo en el mar muerto de la vida de emigrado.
Fue por esta razón que cuando en el Segundo Congreso se cuestionó la publicación de lskra, ella se revolvió. Para ella no era cuestión de orgullo, sino un problema de vida o muerte.
En 1905 se fue a Rusia y se quedó allí.
En el Segundo Congreso, Vera Ivanovna se opuso a Plekhanov por primera vez en su vida. Le unían a Plekhanov largos años de lucha. Era consciente de su tremendo papel como conductor
del movimiento revolucionario por el camino adecuado, le tenía como fundador de la socialdemocracia rusa, valoraba su inteligencia, su brillante talento. El menor desacuerdo con Plekhanov la preocupaba mucho, pero en aquel tema se enfrentó a él.
El destino de Plekhanov era trágico. En el campo teórico, sus servicios al movimiento obrero eran inmensos. Pero los años de emigración no pasaron en balde, le aislaron de la vida real de Rusia.
El movimiento obrero de grandes masas se desarrolló después de que él se fuera al extranjero. El veía a los representantes de diversos partidos, escritores, estudiantes, e incluso a trabajadores
individuales, pero nunca estuvo en contacto con las masas obreras" rusas. Cuando llegaban de Rusia cartas que hacían entrever nuevas formas del movimiento y contemplar sus perspectivas, Vladimir Ilich, Martov, e incluso Vera Ivanovna, leían y releían las cartas: Vladimír Ilich pasearía después arriba y abajo por su habitación y muchas noches no podría dormir. Cuando nos trasladamos a Ginebra, llevé a Plekhanov este tipo de correspondencia, y su manera de reaccionar me dejó perpleja: parecía que el mundo se abriera bajo sus pies, y adoptaba una expresión de desconfianza. Nunca volvía a hablar de estas cartas.
Después del Segundo Congreso, Plekhanov se volvió muy desconfiado con la correspondencia procedente de Rusia.
Primeramente me ofendió esta posición, pero más tarde empecé a pensar en la razón de esta actitud. Había salido de Rusia hacía mucho tiempo, y ya no tenia aquella capacidad favorecida por la experiencia de captar el valor relativo de cada carta, leyendo entre líneas.
A menudo venían obreros a Iskra, y naturalmente todos ellos
querían ver a Plekhanov. Era mucho más difícil ver a Plekhanov que a nosotros o a Martov, pero incluso si un obrero conseguía verle, aún quedaba más confuso. El obrero quedaba fascinado por la brillante inteligencia de Plekhanov, sus conocimientos y su agudeza, pero de alguna manera parecía que al terminar la entrevista el obrero sentiría la tremenda distancia existente entre el gran teórico y él mismo. De todo lo que el obrero había pensado decirle, o sobre lo que habría querido pedirle consejo, no habría dicho nada.
Y si el obrero no estaba de acuerdo con Plekhanov y quería exponerle su propia opinión, Plekhanov se enojaría y diría: "Tus padres eran aún unos niños cuando yo..."
Me atrevo a decir que las cosas no eran así en los primeros años de emigración, pero a principios de este siglo, Plekhanov ya había perdido toda capacidad de comprender directamente a Rusia. En 1905 no fue a Rusia.
Pavel Borisich Axelrod era un organizador, en mucho mayor
grado que Plekhanov o Vera Zassulich. En su trabajo se dedicaba más bien a efectuar entrevistas con los recién llegados. Se quedaban la mayor parte del tiempo en su casa, pues era allí donde se les daba comida y bebida, y Pavel Borisich les hacia toda clase de preguntas.
Mantenía correspondencia con Rusia. y entendía bien los métodos de comunicación conspiradora... Pero poco podía sentirse como un revolucionario ruso tras largos años de emigración en Suiza. Pavel Borisich había perdido tres cuartas partes de su capacidad de trabajo; no dormía por las noches y escribía intensamente durante meses, y ni aún así era capaz de terminar el artículo que había empezado. A veces era incluso imposible de descifrar su escritura a causa de la manera nerviosa en que escribía.
La letra de Axelrod causó una profunda impresión en Vladimir Ilich. "Es sencillamente horroroso", acostumbraba a decir. "caer en un estado como el de Axelrod." En más de una ocasión habló sobre la escritura de Axelrod con el Dr. Kramer, que le trató en su última enfermedad. Cuando Vladimir llich llegó por primera vez al extranjero. habló principalmente con Axelrod sobre cuestiones de organización. Me contó muchas cosas sobre Axelrod cuando yo llegué a Munich por primera vez. E incluso cuando el mismo Vladimir Ilich estaba incapacitado y a punto de morir, sin poder ni siquiera hablar, me preguntaba qué estaba haciendo Axelrod mostrándome su nombre en un periódico.
P. B. Axelrod se sintió especialmente dolorido de que Iskra no se publicara en Suiza, y de que la corriente de comunicaciones con Rusia no pasara a través de él. Esto fue la causa de que adoptara una posición tan molesta en el Segundo Congreso acerca del triunvirato editorial. Iskra iba a convertirse en el centro de organización y él iba a ser puesto al margen de la editorial. En aquel momento, en el Segundo Congreso, fue cuando el aliento de Rusia
se sintió con más intensidad que nunca.
Cuando yo llegué a Munich. en la ciudad del grupo Emancipación del Trabajo, solamente vivía Zassulich. Tenía un pasaporte búlgaro a nombre de Velika Dmitrievna.
Todos los demás tuvimos que vivir con pasaportes búlgaros,
aunque hasta el momento de mi llegada, Vladimir Ilich se las arregló sin pasaporte alguno. Cuando yo llegué conseguimos un pasaporte búlgaro, un tal Dr. Jordanov, con su esposa Maritza, alquiló una habitación en una familia obrera por medio de un anuncio. Antes de mi llegada, la secretaria de Iskra era lnna Hermogenovna Smidovich-Leman. Ella también tenía pasaporte búlgaro y se la conocía por el apodo de "Dimka". A mi llegada, Vladimir llich me dijo que había conseguido que se me nombrara secretaria de Iskra tan pronto como llegara. Esto evidentemente significaba que el contacto con Rusia se realizaría bajo el estrecho control de Vladimir Ilich. Martov y Potressov no se opusieron, y el grupo Emancipación del Trabajo no presentó ningún candidato, pues en aquel tiempo concedían muy poca importancia a Iskra. Vladimir Ilich me dijo que había sido bastante torpe por su parte el tener que dar este paso, pero que era necesario para el bien de la causa.
Yo me vi inmediatamente inundada de trabajo. El asunto funcionaba de la siguiente manera: las cartas procedentes de Rusia eran enviadas a diversas ciudades alemanas a la dirección de camaradas alemanes, los cuales a su vez las enviaban a la dirección del Dr. Leman, que nos las entregaba a nosotros.
A pesar de las tremendas dificultades, se había por fin logrado establecer un taller de imprenta en Rusia, en Kishínev, y se utilizaría para imprimir panfletos. El jefe, Akim (hermano de LieberLeon Goldman), envió a la dirección de Leman un cojín en el que estaban cosidos panfletos impresos en Rusia. El perplejo Dr. Leman rehusó aceptar el cojín del. correo. Sin embargo, cuando nuestra gente lo descubrió y le previno, fue a buscar el cojín y les dijo que aceptaría todo lo que llegara a su nombre, aunque fuera un tren entero.
Aún no se contaba con un medio de transportar Iskra a Rusia. Principalmente se enviaba en baúles de doble fondo a diversas partes del país, desde donde eran redistribuidas.
Estos lugares concertados era Pskov (los Lepeschinsky),Kiev y otros". Los camaradas rusos sacaban los periódicos de íos baúles y los entregaban a la organización. Se había también dispuesto una línea de transporte a través de los Lett, Rolau y Skubik.
Con todo este proceso se perdía mucho tiempo. También se consumía el tiempo en todo tipo de negociaciones que no daban resultado.
Recuerdo que perdimos toda una semana en negociaciones con un individuo que quería ponerse en contacto con contrabandistas que atravesaran la frontera con material fotográfico, que quería que nosotros compráramos para él.
Manteníamos correspondencia con agentes de Iskra en Berlín, París, Suiza y Bélgica. Nos ayudaban en todo lo que podían, encontrando gente que se ofrecía a llevar baúles, consiguiendo dinero, contactos, direcciones, etc.
En Octubre de 1901, se formó por grupos simpatizantes la llamada Liga de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero.
Los contactos con Rusia se extendieron rápidamente. Uno de los más activos corresponsales de Iskra era el obrero Babushkin de St. Petersburgo, a quien Vladimir Ilich había entrevistado antes de su salida de Rusia para concertar correspondencia. El reenviaba cartas a lugares como Orekhovo-Zuevo, Vladimir, GusKhrustalny, Ivanovo- Voznessensk, Kikhma y Kineshma.
Visitaba continuamente estos sitios, fortaleciendo los contactos con ellos. También llegaban cartas de Petersburgo, Moscú, los Orales y el 'Sur. Teníamos correspondencia con la Liga del Norte, que se había formado agrupando las organizaciones socialdemócratas de las provincias del Norte. Un representante de esta liga, Noskov, llegó poco después de Ivanovo- Voznessensk. Era
imposible imaginar un tipo ruso más característico: ojos azules, cara plana, hombros redondeados, y un marcado acento provinciano. Había cruzado la frontera con un pequeño bulto y quería discutirlo todo. Su tío, un pequeño fabricante de Ivanovo- Voznessensk, le había dado el dinero para viajar al extranjero, seguramente para librarse de un comprometedor sobrino que siempre estaba perseguido por la policía. Borís Nikolaevich (su nombre auténtico y patronímico era Vladimir Alexandrovich, el otro era su alias) era un trabajador práctico. Yo ya le había conocido en Ora, cuando pasó por allí camino de Ekaterinburg. Vino al extranjero por "contactos". 'Su profesión era conseguir contactos. Recuerdo como se sentó en nuestra pequeña cocina de Munich y con los ojos radiantes nos contó el trabajo de la Liga del Norte. Se excitó en gran manera por su propia narración, y Vladimir Ilich, con sus preguntas, no hacía más que añadir leña al fuego. Boris, mientras vivía en el extranjero, tenía una libreta en la que apuntaba cuidadosamente todos los contactos: dónde vivían, qué hacían, cómo podían ser útiles. Más tarde nos dejó su lista de contactos. Era un tipo poético de organizador. Idealizaba demasiado a las personas y las actividades, y era incapaz de mirar la realidad a la cara. Después del Segundo Congreso se volvió conciliador, y posteriormente pareció desaparecer del ambiente político. Murió en los años de reacción.
También pasó otra gente por Munich. Struve había estado allí antes de mi llegada. En aquel tiempo las cosas ya se encaminaban hacia una ruptura con él, pues estaba transigiendo desde el campo socialdemócrata al campo liberal. La última vez que vino hubo una fricción considerable. Vera Ivanovna le bautizó con el apodo de "pies de pato". Vladimir Ilich y Plekhanov le consideraron como ya acabado. Sin embargo, Vera Ivanovna creía que aún había
alguna esperanza para él. Bromeando la llamábamos a ella y Potressov el "Struve freundliche Partei" ("Partido-de-amistad-a-Struve").
Struve vino por segunda vez cuando yo estaba en Munich. Vladimir llich se negó a verle, pero yo le visité en el piso de Vera Ivanovna. La reunión fue de gran nerviosismo, pues Struve estaba muy ofendido. La atmósfera era tan tensa como en una obra de Dostoievsky. Habló con tristeza de que se le considerara un rene- gado, y de otras cosas bajo el mismo punto de vista, a menudo perdiendo el control de si mismo. No recuerdo exactamente qué dijo, pero me sentí muy deprimida después de aquella reunión. Era obvio que ya no era uno de nosotros, que era una persona hostil al partido. Vladimir Ilich tenía razón. Más tarde, la esposa de Struve, Nina Alexandrovna envió una felicitación y un paquete de mermelada. He olvidado quién lo trajo. Ella estaba muy débil y no sé si era consciente del cambio de Pyotr Bernhardovich. Sin embargo él si lo sabia.
Después de mi llegada nos fuimos a vivir con una familia alemana de clase obrera. Era una gran familia, eran seis. Todos vivían en una cocina y una pequeña habitación, pero todo estaba perfectamente limpio. Los niños también iban limpios y aseados. Pero yo decidí que cocinaría para Vladimir Ilich. Podía utilizar la cocina de la patrona pero tenía que prepararlo todo en nuestra habitación. Intentaba hacer el mínimo ruido posible, pues Vladimir Ilich estaba empezando a escribir ¿Qué hacer?" Cuando escribía algo acostumbraba a pasear arriba y abajo de la habitación diciendo en voz baja lo que iba a escribir. Yo ya me había acostumbrado a su manera de trabajar. Cuando estaba escribiendo algo yo no le hablaba ni le preguntaba nada. Después, cuando salíamos a dar un paseo, me contaba lo que estaba escribiendo, y lo que pensaba de ello. Parecía una necesidad el que tuviera que susurrarse un artículo a si mismo antes que escribirlo. Acostumbrábamos a dar paseos por las afueras de Munich, escogiendo los sitios más desolados y solitarios.
Al cabo de un mes nos mudamos al barrio de Schwabing, un suburbio de Munich. Tomamos una de las casas recién construidas, instalando nuestros propios "muebles" (los vendimos todos por doce marcos cuando nos fuimos), y vivimos a nuestra manera.
Tan pronto como nos hubimos instalado, el primero de llegar -después de la cena- fue Martov. Luego llegaron. otros, y se celebró la llamada reunión de la "editorial". Martov habló interminablemente, y pasaba rápidamente de un tema a otro. Leía en cantidad, y siempre obtenía noticias de alguna parte. Conocía a todo el mundo. Vladimir Ilich se refería a él como "el típico periodista. Posee un extraordinario talento, parece cazarlo todo al vuelo, y es muy impresionable. pero es muy superficial." Martov era absolutamente imprescindible para Iskra. A pesar de todo, Vladimir llich acababa terriblemente cansado de aquellas reuniones diarias de cinco o seis horas. Incluso se puso enfermo y no podía trabajar. Una vez me pidió que fuera a ver a Martov y le pidiera que dejara de visitamos. Se decidió que yo iría a casa de Martov e informaría de las cartas recibidas y me pondría de acuerdo con él. Pero Martov no podía vivir sin aquellas charlas. Después de aquello se iba con Vera Ivanovna, Dimka y Blumenfeld (1) a un café donde charlaban durante horas.
1. Blumenfeld actuó como tipógrafo de Iskra, primero en Leipzic y luego en Munich.Era un excelente camarada y un magnifico cajista entusiasta de su trabajo. Sentía un gran afecto por Vera Ivanovna. con la que era muy considerado. mientras que sus relaciones con Plekhanov no eran tan buenas; En el se podía confiar absolutamente.
Cuando más tarde llegó Dan con su esposa e hijos, Martov empezó a pasar días enteros con ellos.
En Octubre fuimos de Munich a Zurich para unimos con el Rabocheye Delo. el periódico de los "Economistas", aunque sin embargo no se llegó a ninguna unión. Akimo, Kríchevsky y los demás discutieron hasta desgañitarse. Martov se acaloró tanto en su ataque contra los del Rabocheye Delo que incluso se rasgó la corbata. Era la primera vez que le veía en aquel estado. Plekhanov reaccionó hábilmente. Se redactó una resolución que ponía de manifiesto la imposibilidad de la unión. Fue leída por Dan en la conferencia, con voz mecánica acompañada por gritos de "nuncio papal" de la oposición...
Superamos aquella división sin ningún resentimiento. Martov y Lenin no habían colaborado nunca con el Rabocheye Delo, y no había habido ruptura puesto que nunca hubo trabajo conjunto. Plekhanov estaba de muy buen humor, porque había asestado un duro golpe a un oponente con el que había luchado mucho, y estaba alegre y comunicativo.
Vivíamos en el mismo hotel, comíamos juntos, y todo parecía ir bien. Sólo ocasionalmente surgían diferencias en el tratamiento de algunos temas.
Recuerdo una conversación. Junto al café donde estábamos
sentados había un gimnasio en el que practicaban lucha, Unos obreros con casco luchaban con palos de madera. Plekhanov se rió: "Nosotros también lucharemos así bajo el nuevo sistema," Cuando volvíamos a casa, yo iba al lado de Axelrod, que desarrollaba el tema iniciado por Plekhanov: "Bajo la nueva sociedad no habrá ninguna lucha, sino solamente un insoportable aburrimiento."
En aquel entonces yo era aún terriblemente tímida, y no dije nada, pero recuerdo que me sorprendió mucho aquella afirmación,
Después de volver de Zurich, Vladimir Ilich se dedicó a terminar ¿Qué hacer? Posteriormente, los mencheviques atacaron vehementemente ¿Qué hacer?, pero "entonces el libro los cautivó a todos, especialmente a los que estaban más próximos al trabajo en Rusia. El panfleto era una apasionada llamada a la organización. Presentaba un plan completo de organización, en el que cada uno tenía su puesto, convirtiéndose en un eslabón de la cadena revolucionaria, un eslabón sin el cual, por pequeño que fuera, no se podría seguir adelante. El panfleto hacia un llamamiento a trabajar para los fundamentos del partido en las condiciones presentes, para que éste no existiera sólo en palabras sino también en hechos. "Un socialdemócrata no debe temer el arduo trabajo. Debe trabajar sin abandonar: Debe estar siempre dispuesto a hacer cualquier cosa, tanto para salvar el honor, prestigio y preeminencia del partido en tiempos de la mayor 'depresión' revolucionaría, como para preparar, planear y llevar a cabo un levantamiento armado de toda la nación", escribió Vladimir Ilich en ¿Qué hacer?
Han pasado veinticuatro años desde que fue escrito aquel panfleto, años en los que el trabajo del partido ha cambiado. El movimiento obrero se enfrenta a tareas muy distintas, pero aún así el entusiasmo revolucionario de este librito es impresionante. Incluso ahora debe ser estudiado por todo aquel que quiera convertirse
en un leninista de hechos y no sólo de palabras.
Mientras que Amigos del Pueblo tuvo una importancia tremenda para delimitar el camino del movimiento revolucionario, ¿Qué hacer? proporcionó el plan para un extenso trabajo revolucionario. Señalaba específicamente qué debía hacerse.
Estaba claro que era todavía prematuro hablar de un Congreso del Partido, pues no había ninguna razón para pensar que no debía posponerse, tal como había sucedido con el Primer Congreso. Era necesario emprender una larga tarea de preparación. Por esta razón, el Congreso convocado en Belostok por el Bund no fue tomado en serio por nadie. Dan fue allí por cuenta de Iskra, con
un baúl repleto de copias de ¿Qué hacer? El Congreso de Belostok fue convertido en Conferencia.
Iskra estaba funcionando a todo gas, y su influencia iba en aumento. Se estaba preparando el programa del Partido para el Congreso, y Plekhanov y Axelrod vinieron a Munich para discutirlo. Plekhanov criticó ciertas partes del programa preliminar confeccionado por Lenin. Vera Ivanovna no estaba de acuerdo con Lenin en todos los puntos, pero tampoco estaba completamente de acuerdo con Plekhanov. Axelrod también estaba de acuerdo con Lenin en algunos puntos. Fue una reunión deprimente. Vera lvanovna quiso dar una réplica a Plekhanov, pero éste adoptó una postura intransigente, y cruzando los brazos le lanzó una mirada que la dejó confusa.
Vladimir Ilich se puso muy agitado. Era imposible trabajar de
aquella manera. ¡Qué clase de discusión era aquélla!
Había una urgente necesidad de organizar el trabajo sobre una línea concreta que excluyera el elemento personal, permitiendo así la seguridad de que las decisiones tomadas no serían influenciadas por caprichos personales o por relaciones personales asociadas con el pasado.
Vladimir Ilich quedó muy dolorido por sus diferencias con Plekhanov. Se ponía muy nervioso y no dormía por las noches. Y Plekhanov se enojaba y resentía.
Después de leer el artículo de Vladimir Ilich para el cuarto
número de Zarya, Plekhanov lo devolvió a Vera lvanovna con unas anotaciones al margen que daban rienda suelta a todo su resentimiento. Cuando Vladimir Ilich lo leyó, se puso extremadamente agitado y empezó a caminar arriba y abajo, arriba y abajo.
Entonces supimos que ya no era posible seguir imprimiendo Iskra en Munich, pues el propietario del taller de imprenta no quería correr el riesgo. Teníamos que escoger un nuevo hogar. ¿Dónde? Plekhanov y Axelrod eran partidarios de Suiza. Los restantes -que habían captado la atmósfera de la discusión sobre el programa- votaron por Londres.
Aquellos días de Munich permanecieron en nuestra memoria
como un periodo especialmente brillante. Nuestras experiencias en
años posteriores de emigración fueron mucho más difíciles. En los años de Munich no se habían presentado todavía grandes brechas en las relaciones personales entre Vladimir Ilich, Martov, Potressov y Zassulich. Todas las fuerzas estaban concentradas en un solo fin: la creación de un periódico para toda Rusia, La reunión de fuerzas aglutinadas alrededor de lskra fue intensamente buscada. Todos nosotros sentimos el desarrollo de la organización, y éramos conscientes de que la línea para la formación del Partido había sido trazada correctamente. De ahí estos extraordinarios días...
La vida local no nos había atraído demasiado, la observábamos desde un punto de vista occidental. En ocasiones íbamos a mítines, pero raras veces eran interesantes. Recuerdo las celebraciones del Primero de Mayo. Aquel año se permitió por primera vez a la socialdemocracia alemana que organizara una marcha, con la condición de que no formaran aglomeraciones en la ciudad sino que fueran a reunirse en el campo. Vimos largas columnas de socialdemócratas alemanes con sus esposas e hijos, con los bolsillos llenos de rábanos. En absoluto silencio marchaban a
paso vivo atravesando la ciudad para ir a beber cerveza a un lugar del campo. Esta celebración del Primero de Mayo no se parecía en
nada a una manifestación del triunfo de la clase obrera en el mundo.
Como nosotros observábamos un estricto secreto, no conocimos a ninguno de los camaradas alemanes. El único que veíamos a menudo era Parvus, que vivía cerca de nosotros, en Schwabing con su esposa y su hijito. Una vez, Rosa Luxemburgo vino a verle, y entonces Vladimir Ilich se reunió allí con ella. Parvus era entonces un izquierdista extremo, contribuyó a Iskra, y estaba interesado en asuntos rusos.
Fuimos a Londres vía Lieja. En aquel tiempo vivían allí Nikolai Leonidovich Meshcheryakov y su esposa -viejos amigos míos
de la escuela dominical. Cuando le conocí por primera vez era aún nihilista, pero fue el primero en iniciarse en el trabajo ilegal, el primero que me enseñó las reglas de la conspiración, y me ayudó a convertirse en socialdemócrata suministrándome las publicaciones del grupo Emancipación del Trabajo del extranjero.
Ahora era socialdemócrata, y hacia bastante que vivía en Bélgica. Poseía un excelente conocimiento del movimiento local, y decidimos visitarle en nuestro viaje.
Justamente entonces había un tremendo movimiento en Lieja. Hacía unos días que las tropas habían abierto fuego contra los huelguistas. La agitación era evidente en el distrito obrero, tanto en la expresión de los trabajadores como en los grupillos que habían por todas partes. Fuimos a ver la Casa del Pueblo, que estaba en un sitio muy poco apropiado. La multitud podía ser rodeada con facilidad en la plaza que había frente a la Casa, como una trampa. Los obreros se congregaban frente a la Casa del Pueblo. Con el fin de impedir que se acumulara demasiada gente allí, los líderes del Partido convocaron mítines en todos los distritos obreros. Parecía existir en el ambiente cierta desconfianza por los líderes socialdemócratas belgas. Parecía haber allí una división del trabajo: las tropas disparaban sobre la multitud, mientras que los líderes obreros buscaban un pretexto para pacificarlos...
__________
Ver Capítulo II. En el exilio, 1898-1901
Ver Capítulo I. En Petersburgo . 1893-1898
Extraído del Título: "Mi vida con Lenin"
Autora: Nadeshda Krupskaia
Editorial: Madragora
Digitalizado por Biblioteca Rossa
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